La Función de SIGNIS como Jurado en los Festivales de Cine: Comunicar una cultura para la Paz
Esta reflexión tiene como objetivo, dar a conocer someramente, el trabajo que SIGNIS realiza como Jurado en los Festivales de Cine. Partiendo de la premisa, de que la Asociación Católica Mundial para la Comunicación, no es ni un órgano evangelizador, ni en consecuencia, sus intenciones pretenden de ninguna manera ser didácticas. Por esto es que comenzamos en principio, con el hecho de considerar la diversidad de miradas, es decir los diferentes modos de percibir y por ende de entender el mundo. Jurados que se encuentran compuestos, por personas pertenecientes a diferentes países y culturas.
Cuando hablamos de comunicación, nos vamos acercando de a poco al sentido de SIGNIS, y al trabajo posterior de sus miembros. Podríamos agregar en segundo término, que estos jurados pueden ser católicos, pero no necesariamente deben serlo. Aunque de uno u otro modo, se encuentren asociados a los valores cristianos, como parte de su modo de estar y actuar en el mundo.
¿Cuáles serían entonces los temas que le interesan a SIGNIS" Sin lugar a dudas todos aquellos que trascienden las fronteras, y que por ende son universales. Nos referimos entonces a los grandes temas que tienen que ver con la solidaridad, el amor, la amistad, la libertad de ser, y de elegir" que no excluye ninguno de los sentimientos del hombre. Así como en otro orden, le interesa defender el lugar de la mujer en la sociedad, del mismo modo que el hecho de aceptar la dignidad de las personas más allá de su condición sexual, entre otras cuestiones.
Tenemos conciencia de que trabajar con el cine, nos obliga necesariamente trabajar con el arte, y que este siempre alude a una estética en particular, a través de la cual este logra expresar sentimientos y emociones. Porque todos sabemos, que el cine, para ser considerado como tal, de hecho debe "emocionarnos". Porque como personas, somos seres llamados a integrar nuestras dimensiones cognoscitivas, emocionales y volitivas. Y para cumplir con esta función cuando nos enfrentamos a lo que ocurre en la pantalla, miramos al mundo que nos rodea, e inevitablemente hacemos espejo. Como espectadores, nos vemos involucrados en el modo que se elige para representar la realidad, en sus intereses, en sus deseos" y en todo aquello que nos compromete afectivamente. Aunque no podamos dejar de observar la importancia de la técnica en este proceso.
En otro orden es bueno saber, para aclarar otra cuestión, que SIGNIS como institución- a diferencia de la iglesia- no es normativa. O sea, que de algún modo todos somos iglesia en un sentido. Pero es el modo en que nos paramos en el mundo el que va a determinar si estamos adhiriendo a una iglesia normativa, o si en cambio estamos refiriéndonos a algo fundamental, que es lo que determina el grado de humanismo de un individuo o de una sociedad, y esto sería en síntesis algo tan medular en las relaciones humanas, como es el hecho rotundo de: "Considerar al otro como a nosotros mismos".
Volviendo al tema de la relevancia del lenguaje utilizado para contarnos una historia, retornamos a la idea de apreciar primero que nada a la obra cinematográfica como tal, ya que no premiamos mensajes: Si se premia en todo caso un "como" bien hecho, que transmita un "que" en todo caso. Respecto del film en cuestión obviamente se premian valores, con los cuales nos identificamos. Por esto es que nuestro trabajo sintetizado en siete palabras: "Es comunicar una cultura para la paz". Por lo que podríamos decir, que nuestro premio amplifica una intención humanística que ya se encuentra implícita, o explícitamente dentro del film.
Hay que remarcar, que a esta intención se suma la justificación del film. Y es bueno subrayar, que nos importa tanto una cosa como la otra, es decir, tanto la intención, como la justificación.
¿Por qué" Porque las justificaciones podrían explicar más que ninguna otra cosa que es SIGNIS, sólo bastaría con leerlas. (Algo que se puede hacer, en un Dossier publicado en marzo de 2014)
Porque es cierto, que muchas veces la gente se sorprende con nuestras elecciones.
Hace muy poco en la Entrega de los premios Cóndor a propósito de Infancia Clandestina (Argentina, 2012), Benjamín Ávila dijo con muchísimo agradecimiento -a nuestros reiterados premios- de: "Que finalmente se tendría que convertir en católico". Un gesto cálido, pero a la vez posiblemente desconocedor, de porque elegimos tal o cual film para premiar. Lo mismo ocurrió en Mar del Plata el año pasado, por poner otro ejemplo reciente, con José Campusano con Fantasmas de la ruta (Argentina, 2013) quien dijo: "Jamás imaginé que iba a recibir un premio de la iglesia". Algo que resaltamos, sin duda con afecto, conociendo a su director.
En otro aspecto, -que no es menor- y que viene a colación para establecer algunas asociaciones pertinentes. Es el que se viene dando a partir de la elección de nuestro actual Papa, y que es fácil de comprobar, cuando escuchamos una actitud que remite a su cita reiterada. Propensión, que va más allá de un sano uso de su figura, para caer en el abuso en muchos sentidos, y por muchas razones, que no vienen al caso aclarar. Pero en este caso puntual, me gustaría recordar dos o tres frases, entre tantísimas, que son apropiadas de señalar, por la profunda densidad humana que contienen, y estas son: "Que Dios Siempre perdona", que "La iglesia debe salir a la calle", y que "Los jóvenes deben conocer la bienaventuranza".
¿Cómo se lee esto último": Que es sólo a través de las acciones que el hombre puede redimirse. Pero el tema es que esta idea nunca es de carácter individual, sino colectiva. Por esto es de carácter social, es decir: "Yo le doy al otro lo que al otro le falta", que bien podría ser la capacidad de perdonar. O en el mismo orden, lo que implica: "Dar de comer al hambriento y dar a beber al sediento". Pero esta actitud no se reduce a dar a quien nos toca una puerta de vez en cuando, sino en todo caso, en implementar acciones no sólo para mitigar, sino para modificar estas necesidades, que son legítimos derechos para todos. Y esto se deriva a que todo el cine que promueve directa o indirectamente valores es un cine premiable para nosotros. Sino SIGNIS, no hubiese premiado Teorema (Italia, 1968) de Pier Paolo Pasolini, hace 36 años en Venezia, y de hecho no fue porque el enigmático seductor del film pareciese estar dotado de atributos divinos o angélicos. Sino porque este representa en todo caso, el mensajero de un Dios que parece despiadado porque despoja a los mortales de su falsa seguridad. Ese Dios, que es el mismo que destruye esa falsa conciencia, conseguida al amparo de una clase, que posee una mentirosa idea sobre sí mismos. Acá estamos resaltando un deseo de revisar y cuestionar, esta idea de familia portadora a la vez, de grandes vacíos existenciales, y de ningún lazo afectivo que los mantenga unidos desde el amor. Esta ausencia es la que le va a permitir al transgresor introducirse en ella. Ese complejo entretejido de relaciones humanas, es el que da cuenta de las dimensiones que el cine contiene, no cómo un fin, sino como un medio " entre otras cosas- para la formación de las personas, además de ser una alternativa de ocio. Porque el cine, cómo afirmaba Pasolini: "Pertenece al mismo orden que la vida". Por lo que el acento siempre va a radicar en su valor de comunicar todo aquello que le atañe al género humano. Y claro está, que estas historias no siempre nos son narradas con las mismas estrategias. Razón de más para cerrar estas líneas, con un gesto de ese gran humanista y provocador que fue Pier Paolo Pasolini, tanto en el cine, como en la literatura" y en la vida. Y quien consciente de la sujeción del pueblo convertido en masa- decide homenajear a la burguesía con una metáfora sobre el poder fascista, construida en base al texto homónimo del Marqués de Sade, en "Salo y los 120 días de Sodoma". (Italia, 1975). En este, el que sería su último film, crónica de lo que posteriormente se convertiría en un epílogo de su muerte anunciada. Donde logra construir una personal y desoladora visión del apocalipsis, que apunta a dar cuenta de la degradación de la condición humana en todos los órdenes posibles. Un modo de marcar el peligro, siempre latente, de qué el mundo se convierta en un espacio carente de almas.
"" ¿Se ha convencido" "que es el ver a los que no disfrutan lo mismo y sufren lo peor" lo que provoca la fascinación de decirse a uno mismo: "Soy más feliz que esa basura a la cual llaman pueblo". Si los hombres fueran iguales y no existiera esa diferencia la felicidad no podría existir. - ¿Entonces usted no ayuda a los humildes y a los infelices"- Ça va sans dire: En el mundo no hay voluptuosidad que más halague a los sentidos que el privilegio social"".
Breve Epílogo con la Justificación de la premiación de Teorema (Italia, 1968) de Pier Paolo Pasolini.