Juan Miguel Bestani (miembro de Signis Argentina)
1816 – 200 años de nuestra casa común - 2016
Como arquitecto por profesión y como ciudadano argentino comprometido con su realidad política y social por convicción, los invito a imaginar lo siguiente: nuestra nación Argentina como una casa.
Nuestra “casa argentina” está cumpliendo 200 años desde su escrituración a nuestro nombre (antes fuimos inquilinos por casi 300 años). Aprovecho como excusa este aniversario para reflexionar sobre la diferencia entre una casa y un hogar. Casa puede ser aquella en la cual habitan personas que no necesariamente tengan un vínculo entre sí. Habitantes que disponen y usan los servicios del techo común pero que más de una vez –o siempre- lo hacen sin sentirse comprometidos y/o responsables por sus acciones dentro de ese hábitat, ya que en el fondo no llegan a sentirlo tan propio por el hecho de no tener un vínculo lo suficientemente fuerte con sus co-habitantes. Una suerte de “inquilinos” de la casa: hoy están pero mañana pueden no estarlo y/o mudarse a otra casa sin mayores problemas. Por otro lado, hogar es aquel donde habita una familia; personas que más allá de diferencias –del tipo que sean-, los une un vínculo lo suficientemente fuerte como para superar toda divergencia propia o amenaza externa que ponga en riesgo el buen funcionamiento de su techo común. Estas personas son “propietarios” de la casa: la sienten propia y se preocupan y ocupan de ella, de su mantenimiento como también del “buen clima” necesario dentro de ella para una convivencia pacífica y fructífera. Personas emparentadas, una familia.
En tiempos actuales donde tanto se habla de la “grieta argentina”, ubicarnos de un lado u otro de ella, es alimentarla aún más; pudiendo llegar al punto de no reconocernos como hermanos, ni familia. Considero que cada supuesto lado de esa grieta cuenta con verdades y miserias, propio de todo corazón humano. Sostener que un lado debería imponerse al otro es un derroche de energía y talento que amenaza todo techo común. Una convivencia que plenifique a sus habitantes requerirá del esfuerzo de todos y cada uno para abandonar extremos y trasladarnos al centro para así ser puentes para cerrar definitivamente esa grieta que socava los cimientos de todo pretendido hogar. Aceptar, asumir y trabajar las posibles diferencias entre nosotros pero sin dejar nunca de reconocernos como hermanos que somos; para así sentir, vivir y actuar como una familia a la hora de mantener y embellecer el hogar común (único lugar en el mundo del que somos propietarios y al cual podemos llamar nuestro).
Que el espíritu audaz de los dirigentes de 1816 inspire unidad y concordia en los de 2016. Para que así nuestra casa sea un hogar que honre los laureles que una vez supo conseguir pero no tanto sostener.
Me despido deseando que nuestra patrona la Virgen de Luján, testiga de toda nuestra historia –con sus grandezas y miserias, uniones y desencuentros-, nos proteja, sane y transforme nuestros corazones positivamente para ir al encuentro del otro y ya no hablar más de grietas sino de cúspides en el comienzo del tricentenario de nuestro amado hogar argentino.
Juan Miguel Bestani
9 de Julio de 2016