Por la experiencia sensorial que propone el film. Por el contrapunto entre la visión cultural europea y la visión natural, originaria de la vida expresada en los gestos y costumbres de los personajes. Por la densidad de imágenes sugerentes y a la vez plenas de significación. Por el ritmo narrativo.
Que con cámara, subjetiva, fantasmagórica, vuela como una mariposa del algo cartesiano Borremans sobre el presente africano. ¿Quiénes guardan la memoria? ¿Las enciclopedias, los archivos? Siempre en movimiento, pasa y observa, con atención, con detenimiento, con respeto. Cruza sobre los rebeldes, los soldados.
Encuentra a músicos, a artistas, a niños... Ve a una madre decir adiós a su hijo, encuentra a los inmigrantes en una barca, a los refugiados en su campo, a los muertos? La memoria se guarda en la tradición que se trasmite de padres a hijos.
La película invita a la contemplación, nos abre al misterio de cada ser humano, nos formula planteos profundos sobre la educación, el estilo de vida, la muerte, la naturaleza, la civilización.
Peter Krüger se vale de la biografía de Borremans para representar la mirada europea de occidente. Confronta el espíritu enciclopedista y la realidad cultural africana, se mueve entre la ficción y el documental, entre lo real y lo imaginario, entre lo visible y lo invisible, lo tangible y las ideas.